sábado, 29 de marzo de 2008

¿Por qué sobrevivimos?


UN DEBATE QUE ABRE PUERTAS

Porque creemos que el debate abre puertas, permite cotejar nuestras opiniones y formular nuevas preguntas, nunca rehuimos la polémica en torno a las razones de por qué algunos sobrevivimos al exterminio perpetrado por la dictadura militar dentro de los campos de concentración. Es más, procuramos estimularla, reclamando sí, respeto, seriedad en las argumentaciones que se esgrimen, y ausencia de prejuzgamientos que, más allá de la voluntad de quienes los sustenten, terminan reflejando la visión que la dictadura quiso imponer.

Esto nos ha llevado a profundizar la reflexión sobre el hecho de nuestra sobrevivencia. Para nosotros, esta profundización es un gran avance; para nuestros compatriotas que, a su modo, también son sobrevivientes de un horror que no termina de espantarnos, también puede constituir un aporte y queremos compartirlo.

Desde ya, partimos de una cierta ignorancia. Ignoramos la causa particular y la causa general de nuestra sobrevida, aunque sabemos que fue una entera decisión de los represores.

En años de lucha y reflexión, a veces de desesperada reflexión, nos hemos preguntado ¿quiénes sobrevivimos? ¿por qué, para qué? Fuimos apuntando posibles respuestas que en modo alguno cierran el tema. Entre los sobrevivientes hay militantes de base de organizaciones políticas, barriales, sindicales y también dirigentes de organizaciones armadas y no armadas. Hay adolescentes y jóvenes y también adultos mayores, hay mujeres que tuvieron sus hijos en cautiverio (en los campos de concentración o en las cárceles "legales") y mujeres que abortaron a causa de los tormentos, hay obreros de distintos gremios, profesionales, religiosos, estudiantes. Hay compañeros que soportaron espantosas torturas y mantuvieron silencio y compañeros que tras terribles castigos les fue arrancada una cita, una dirección o se autoinculparon, incluso, de hechos que no habían realizado. Todos ellos forman la categoría sobrevivientes de los campos de concentración y sus identidades responden al quiénes de nuestra formulación. Son los mismos, exactamente los mismos "quienes" que, por miles, fueron desaparecidos tras su cautiverio en los centros clandestinos de detención.

Si, como sostenemos, no es posible la ecuación sobreviviente = delator ni su inversa, se nos impone otra pregunta: ¿Cuál era el criterio de los asesinos para liberar o trasladar o legalizar a un detenido? Sabemos que no la pertenencia política, no el sexo ni la edad, no la actitud frente a la tortura ni la colaboración con los represores, tampoco la gestión personal de los familiares para dar con el paradero de las víctimas. Pensamos que no hubo un criterio único de selección para la muerte o la vida, aunque sí podemos precisar que existe más cantidad de liberados a partir de 1977 y progresivamente, hasta 1983, y que las "decisiones" dependían y variaban según la fuerza militar que comandara el campo, según los jefes de cada campo, según los acontecimientos políticos que estuviera atravesando el país.

Esto nos parece que intenta responder al "por qué". Nos queda ahora aproximarnos al "para qué". ¿Para qué planeó dejar prisioneros vivos una dictadura que se propuso aniquilar toda oposición armada, política, ideológica, abarcando desde los "subversivos" hasta los "tímidos e indiferentes"? Nos lo hemos preguntado, nos lo seguimos preguntando. Hemos pensado algunas posibilidades, algunas respuestas que no necesariamente nos alivian, sino que han supuesto un nuevo desafío para los sobrevivientes.

Si el eje de la política represiva fue el terror a inocularse en toda la sociedad argentina, y si ese terror (secuestro, tortura, desaparición) se practicó en la clandestinidad, ¿quién podría contarlo (e inocularlo) en cada habitante del país? Evidentemente, no los Scilingos, cuyo rol en ese momento era hacer y no contar. El relato del horror, según el plan represivo, debía quedar en boca de un puñado de sobrevivientes, que enteraran a la sociedad de lo que le sucedía a las personas que, de pronto, dejaban de ir al trabajo, al colegio, a su propia casa. Por supuesto, el plan preveía un relato del horror aterrorizado y aterrorizante. Desde su punto de vista, el liberado era un ser destruido por la experiencia soportada, que relataría y sostendría en el tiempo -con sus palabras o con su locura, con su mutismo o su desesperación, con su ruina física o su delirio de perseguido- el horror reservado a los disidentes.

Como parte del "plan", se contemplaba la desconfianza que el círculo de allegados al sobreviviente le profesaría. "Si tantos no volvieron y éste sí...". Ni más ni menos que el "por algo habrá salido". En una situación de terror y peligro real para los opositores a la dictadura, era sumamente difícil que éstos superaran la desconfianza y evitaran el aislamiento de los sobrevivientes. Si el mandato represivo para nosotros fue "aterroricen", el mandato para los militantes no secuestrados, implícito en nuestra sobrevivencia, fue "desconfíen". Con terror y desconfianza se aseguraba un largo período de desarticulación social, permitiendo a la dictadura su permanencia en el poder. Ese fue, creemos, al menos parte del plan de dejar con vida a un número reducido de prisioneros.

Los sobrevivientes fuimos comprobando que si contábamos lo que habíamos vivido, aterrorizábamos, cumpliendo, en buena medida, los designios de los represores; y si callábamos, contribuíamos al olvido de uno de los más trágicos períodos de nuestra historia. Con tropiezos, con muchas ayudas y con muchos rechazos, también, buceando en nuestra propia identidad de luchadores, fuimos integrando en nosotros mismos el horror vivido y las causas de nuestra participación política antes del secuestro. Contar es, desde entonces, testimoniar para mantener la memoria y construir la justicia. Relato terrorífico el nuestro, sin duda. Es lo que nos tocó vivir, pero como respondiera Picasso a un general nazi que, contemplando "su" Guernica, le preguntó si era el autor de algo tan espantoso, "esto lo hicieron ustedes", este horror que contamos lo "pintamos" nosotros, pero lo hicieron los militares argentinos, a expensas de las clases dominantes que los contrataron para la tarea.

De modo que contextualizar nuestro relato, contar todo lo que los desaparecidos protagonizaron en nuestro país (sus luchas, sus sueños, sus experiencias de vida) y no solamente el horror, ha sido nuestro modo de desbaratar el plan de los represores, que nos querían mutilados, temerosos, arrepentidos. Así como nosotros, con inmensas dificultades, intentamos darle otra perspectiva a nuestra sobrevivencia, quienes pudieron escapar a la represión de los campos y las cárceles, fueron superando la desconfianza, pudieron oírnos y reconocernos como compañeros de lucha que somos y como parte de una realidad compleja que merece debatirse, sin canibalismo ni sombra de maldiciones, porque la polémica con proa a la verdad no nos debilita, sino que nos afirma en nuestro común deseo de justicia.

lunes, 24 de marzo de 2008

Una historia de resistencia



El sol se escurre entre las nubes, y el mediodía logra entibiar el vino tinto que espera en la mesa. El abuelo Carlos es uno de los primeros en llegar. Trae un pan artesanal, una enorme picada y algunas historias, demasiadas, que atraviesan a su familia hasta el dolor. El carbón se enrojece en la parrilla mientras primos, tíos, hijos y abuelos van entrando, junto a sus ausencias, por la puerta abierta de la casa de City Bell. Carlos Ramírez Abella carga 82 años y casi ninguna arruga. El tiempo parece haberse detenido en su piel, desde que seis miembros de su familia desaparecieron en sólo ocho meses. Sus canas, en cambio, revelan la intensidad de los últimos treinta años cuando su vida “se transformó totalmente”: de abuelo a padre, de abogado a militante, de marido a compañero de lucha.
Familia. En cada frase, en cada anécdota, Carlos repite la palabra familia. Así habla de su papá abogado y cajetilla, pero “bien de pueblo”, que abría su casa a quien tuviera hambre; de tres hermanos varones que le enseñaron a pelearse mano a mano “pero nunca con uno más chico”; y de una hija “que se hizo montonera por las dictaduras que persiguieron al peronismo”. Así también explica las ausencias: “Siempre fuimos una familia con especial atención por la política. Muy solidarios. Una familia a la que nos rebela la injusticia”. Carlos militó desde muy joven en el radicalismo. “Era de la UCRI. Antiperonista pero no gorila”, aclara, y en seguida agrega: “Siempre estuve orgulloso de la militancia de mi hija”. Aunque se recibió de abogado, trabajó de su profesión recién en 1962, después de ocupar el cargo de director general del Ministerio de Educación bonaerense. “En el 83 dejé la abogacía. Nunca más me puse un traje y me dejé la barba que llevo hasta hoy.” El asado del domingo reunió a la familia con la misma intensidad que el terrorismo de Estado la diezmó cuando secuestró a Elbita, Arturo, Alicia, Daniel, Manely y Nereo, entre abril y diciembre de 1977. Todos eran montoneros y de La Plata. A todos se los llevaron junto a sus pequeños hijos. Elbita fue la primera. La sobrina de Carlos vivía en Berisso con su compañero Arturo Baibiene, y su hijos, Leticia, de tres años y medio, y Ramón, de uno. El 26 de abril de 1977, en un operativo que ningún vecino aún puede olvidar, los militares se llevaron a Elbita junto a sus dos chiquitos, que aparecieron algunos días después en la Casa Cuna de La Plata. A horas del secuestro, en la misma casa, también mataron a Arturo. “Yo registré todo –dice Leticia detrás de unos grandes lentes oscuros–, y de repente me hice adulta a los cuatro años. Relataba todo el tiempo lo que había pasado, tal vez como una manera de entender que eso había sucedido de verdad.” Ramón, en cambio, no se acuerda de nada, pero heredó de su papá los buenos asados y la pasión por la abogacía. Después de Elbita, el 6 de diciembre desapareció su hermana Alicia y su marido Daniel Cassataro. A ellos también se los llevaron con sus dos pequeñas hijas, Juliana y Roxana. “A las nenas las encontramos porque mi mujer Haydée era bruja”, recuerda Carlos con una sonrisa. Después del secuestro, Juliana, de tres, y Roxana, de uno, fueron abandonadas en un juzgado de menores. Allí llegó Carlos en busca de su nieto Arturo. “El 29 de diciembre desapareció mi hija María Nélida (Manely), su marido Nereo y su bebé Arturo, de cuatro meses”, relata mientras el humo de la pipa de Ramón endulza el humo del asado. Desde ese día, recorrió juzgados y comisarías de la zona de San Martín –donde vivía su hija– tratando de ubicar a su nietito. En febrero, en un juzgado le respondieron que no había ningún bebé y que sólo tenían dos hermanitas abandonadas. Cuando llegó a su casa, Haydée le dijo: “Pueden ser las hijas de Alicia”. Fue un pálpito. Nadie sabía hasta ese momento que Alicia y su familia habían sido secuestradas casi tres meses antes. Las nenas del juzgado eran Juliana y Roxana. La historia de Arturo fue la más complicada. Hasta que Carlos lo ubicó, pasó varios meses apropiado por un comisario. “Hablé con un juez amigo que habló con el jefe de policía. Finalmente lo ubicaron y lo devolvieron.” Ese día, Carlos se transformó otra vez en “papá”. Tenía 52 años. La última vez que vio a su hija fue quince días antes del secuestro. “Ese día le dije que podía sacarla del país –recuerda–. Ella me dijo algo que nunca me olvidaré: ‘Si a vos te hubieran matado a algunos de tus amigos, ¿te habrías ido? A mí ya me asesinaron a 27 cumpas; no me puedo ir, papá’.” Las seis desapariciones modificaron el rumbo de la familia Ramírez Abella. La mujer de Carlos dedicó todo el resto de su vida a Madres de Plaza de Mayo. “Allí Haydée conoció a Hebe de Bonafini, quien se convirtió en una hermana para nosotros”, cuenta, y en seguida agrega: “Mirá cómo será, que muchos dicen que la única vez que vieron a Hebe llorar fue cuando en el 95 se murió Haydée”. Además de acompañar a su esposa en el reclamo de las Madres por los desaparecidos, Carlos fundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en La Plata. “En la APDH organizamos la primera gran marcha de La Plata en plena dictadura y también logramos que en El Día saliera publicada la lista de desaparecidos de la ciudad.” Después, un grupo de maridos quiso crear una asociación como Madres pero compuesta de padres. Carlos se negó: “Nosotros tenemos que acompañarlas porque acá lo importante son ellas”. Sin embargo, no sólo “acompañó”. Defendió detenidos políticos, presentó hábeas corpus y distribuyó entre los jueces el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el que ya se hablaba de desaparecidos. “Cómo no iba a hacer todo lo que hice –se pregunta–. Si se habían llevado a mi hija, a dos sobrinas y a sus maridos.” A la escuela con Massera Carlos nunca volvió a ver a su hija Manely. Sólo sabe que fue llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y que cuatro días después de su secuestro la “trasladaron”. Por lo menos, así figuraba en una lista que el sobreviviente Víctor Basterra robó del centro. Cosas del destino. El jefe de la ESMA, por donde pasaron cinco mil detenidos, era el almirante Emilio Massera, un ex compañero de escuela de Carlos. “Estábamos en distintas divisiones del Colegio Nacional de La Plata, un gran proveedor de la Escuela Naval”, dice, y como si se le hubiera aparecido su fantasma lo recuerda: “Era un tipo muy agradable y simpático. Me lo encontraba también en los bailes del club Estudiantes. Pero la última vez que hablé con él fue en el 70 cuando, de casualidad, lo encontré mientras me comunicaba por radio con mi hija que estaba en Estados Unidos. Nos saludamos, cruzamos algunas frases”. Sin embargo, después de la desaparición de Manely no fue a verlo. “¡Qué iba a ir a verlo! Es un hijo de puta. Asesinó a mi hija”, insulta por primera vez.

jueves, 20 de marzo de 2008

Evelyn Vázquez Nacida en el sótano de torturas













Evelyn Vázquez Nacida en el sótano de torturas


Susana, su madre, había dado a luz a una niña, según le informaron dos sobrevivientes del centro clandestino de detenciones de la Escuela de Mecánica de La Armada (ESMA). Ambos habían ayudado a Susana en su celda durante el parto, y ella le dio a su hija el nombre de "Laura" antes de que se la llevaran los militares.
Durante años, Angélica (su abuela) buscó a Evelyn. Las "Abuelas de Plaza de Mayo", una organización de derechos humanos que busca a los nietos "robados" por las Fuerzas Armadas, localizó a Evelyn en 1999 gracias a un dato anónimo.
Sus padres:
Susana Beatriz Pegoraro y Rubén Santiago Bauer Chimeno.
Desaparecidos el 18/6/77.
Susana tenía 21 años y Rubén 23. Ella era oriunda de Mar del Plata, de ascendencia italiana, pero se había mudado a Buenos Aires para estudiar derecho en la UBA. Militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Al momento de su desaparición, Susana estaba embarazada de cinco meses. Vivían en la clandestinidad.
Susana fue secuestrada en La Plata el 18 de junio de junto a su padre Juan Pegoraro, en la estación Constitución de Capital. Rubén fue secuestrado el mismo día en La Plata.
Susana fue llevada a la ESMA, de allí a la Base Naval de Mar del Plata, y de allí a la ESMA de vuelta donde dió a luz a una nena en octubre de 1977. Posteriormente fue "trasladada". La niña fue dada al matrimonio del suboficial de la Armada Policarpo Vázquez y Ana María Ferra, quienes la anotaron como hija propia. La hija fue identificada como Evelyn Vázquez en 1999, pero la chica se ha negado a hacerse los estudios de ADN para constatar su identidad.

Febrero 2008, se realizó un allanamiento en la casa de Evelin Vázquez ubicada en el barrio de Núñez en donde gente de la SIDE, Gendarmería y algunos testigos retiraron un cepillo de dientes, ropa interior y una pinza de depilar para realizar las muestras de ADN, pero ella quiere que la Justicia anule este procedimiento.
Evelin fue apropiada por el marino Policarpo Vázquez quien la crió junto a su mujer. Hace 10 años, las Abuelas de Plaza de Mayo descubrieron su verdadera identidad. Sólo falta la comprobación a través de las muestras de ADN, pero ella se niega a realizarlas.
Los padres biológicos de Evelin, según las investigaciones realizadas por Abuelas, residirían en Mar del Plata durante los años de la dictadura. El matrimonio de Susana Pegoraro y Rubén Bauer son las personas de quien se sospecha es hija Vázquez, pero esto sólo puede confirmarse con las pruebas genéticas correspondientes.
Aunque el caso está en manos de la Corte Suprema de Justicia, días atrás en un procedimiento abierto la jueza Servini de Cubría ordenó un allanamiento en la causa que denuncia directamente a los apropiadores de Evelin.
El operativo, según relató Vázquez en declaraciones al diario La Nación “fue a las 5 de la mañana y estuvieron unas dos horas”. Ella calificó el hecho de “horrible” y dijo que se sintió ultrajada. “Se portaron muy correctamente, pero que te allanen es una cosa muy violenta”, agregó.
Vázquez se refirió al episodio: “llevarse mi ropa interior sucia es definitivamente atentar contra mi intimidad. Creo que ya fui bastante golpeada, me robaron cuando nací, el Estado me despojó de ese lugar, me dejó desamparada y, 30 años después, viene otra vez a perseguirme como si hubiera cometido un crimen".
La hija de desaparecidos presentará una orden de amparo para pedir la nulidad del allanamiento. Si bien en 2003, la Corte amparó su pedido de reserva de realizarse el análisis, en este caso se aprobó el allanamiento en busca de comparar sus genes con los patrones de la familia biológica.
La abuela biológica de Evelin Vázquez, Angélica Bauer vive en Mar del Plata y está a la espera de las pruebas citadas en la causa en donde la doctora Alcira Ríos asesora a las Abuelas de Plaza de Mayo en Capital Federal.

Angélica Bauer ..."No quiero meterme en su vida. Solamente deseo verla, abrazarla, darle un beso. Y quiero certeza sobre si es la hija de mi hijo", afirma Angélica. "No importa lo bien que esa gente haya educado a Evelyn. Le robaron a su verdadera madre. No entiendo cómo Evelyn no siente la necesidad de conocer a su familia."
Evelyn ... "No puedo sentir nada por gente que no conozco. Ya tengo una familia. Entiendo que debe ser muy triste para ellos, pero ese lugar ya está ocupado."

Si naciste entre 1975 y 1980 y tenes dudas sobre tu identidad, crees que sos hijo de desaparecidos o conoces a alguien que puede serlo, comunicate con ABUELAS DE PLAZA DE MAYO 0800-222-2285 o por mail dudas@abuelas.org.ar

lunes, 17 de marzo de 2008

“NN Piotti”


Identificaron los restos de Jorge Luis Piotti

La jueza de Córdoba, Cristina Garzón de Lascano, entregó a sus familiares los restos de Jorge Luis Piotti, quien había sido enterrado en una fosa común y se encontraba desaparecido. Piotti fue asesinado el 19 de enero de 1977 en Santa Fe y fue inhumado en el cementerio municipal bajo el nombre de “NN Piotti”. En 1982 sus padres, sin tener certeza sobre la identidad de los restos, llevaron su cuerpo a La Calera. En 2006 intervino el Equipo Argentino de Antropología Forense, que verificó la identidad de los restos.

Piotti fue asesinado por tropas del general Leopoldo Fortunato Galtieri el 19 de enero de 1977 en la ciudad de Santa Fe. Era un ex-seminarista de Jesús María y había estudiado Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba hasta 1970.

Desaparecida su primera esposa, María del Carmen Sosa, Piotti convivió con la militante montonera Ileana Gómez, asesinada por la dictadura con quien tuvo un varón de nombre Jorge Luis.

El padre de Jorge Luis era comerciante, su madre ama de casa. Era nieto de italianos. Tenía cuatro hermanos: María Lidia, Leticia, Roxana y Eduardo. Rubio, de tez blanca, bigotes y ojos celestes, sus amigos lo recuerdan como un tipo inteligente, activo, sencillo al vestir. Tenía una gran sensibilidad social y amor por los pobres y explotados. Era honesto y transparente en su accionar público y privado. Le gustaba tocar la guitarra y cantar folklore. Admiraba a Jorge Cafrune y Mercedes Sosa.

Vivía muy preocupado por el aumento de la pobreza y la marginación social. Solía afirmar que su generación debía hacer un esfuerzo muy importante para evitar que el país se convirtiera en una gran villa miseria. Decidió dejar su carrera de sacerdote al ver la gran corrupción del clero y la vinculación con los dictadores militares; en especial por la impunidad del cardenal Raúl Primatesta. Era amigo y discípulo de monseñor Enrique Angelelli, y se entristeció mucho al conocer su asesinato en La Rioja.

24 DE MARZO
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viernes, 14 de marzo de 2008

Historia de Hilda Flora Palacios


Hilda Flora Palacios

(Foto enterramientos clandestinos cementerio de San Vicente)

En la edición de 19 de diciembre de 1977 del diario Córdoba figura una noticia titulada "Subversivos abatidos" donde se relata que: "...los subversivos viajaban en un Torino, sin chapa patente, que abrió fuego contra los integrantes de la patrulla de las fuerzas de seguridad en la intersección de Sagrada Flia. y Ejército Argentino el jueves por la noche del día 15/12/77.

Se originó un tiroteo que epilogó con el abatimiento de los sediciosos, tres hombres y una mujer". Esta fue la “verdad” que publicaban los genocidas y sus cómplices durante el terrorismo de estado. Sin embargo, LA VERDAD ES OTRA!!!!!!.

En la mañana del 6 de noviembre del 77 Hilda junto a su pareja, Humberto Horacio Brandalisis, y sus dos hijas, Valeria y Soledad, salen de su domicilio del barrio Pilar para pasar el día en la casa del matrimonio Olmos-Juncos, en barrio José Ignacio Díaz 1º de cordoba, a poco de abandonar la casa de los Olmos, fue secuestrado por miembros del Grupo de Operaciones Especiales del Destacamento 141 “Gral. Iribarren”.

Pasada la hora del almuerzo Hilda comienza a inquietarse ante la demora de Brandalisis. A la noche Víctor Olmos con su esposa Irma Juncos y sus tres niños, deciden llevar en su propio auto a Hilda y sus hijas hasta su domicilio de calle Chivilcoy. El mismo grupo de tareas que horas antes había secuestrado a Brandalisis se encontraba dentro del domicilio de Hilda aguardando su regreso. Agentes uniformados y de civil fuertemente armados interceptan el coche que conducía Víctor Olmos cuando llegan.

En ese escenario de terror, frente a los gritos y amenazas del personal militar y civil y el asombro de las víctimas y otros vecinos, Hilda es arrastrada hacia el interior de su casa donde la interrogan al mismo tiempo que el matrimonio Olmos es sacado violentamente de su vehículo. Los 5 niños presentes quedan llorando aterrorizados en el interior del auto. (Como dijimos, dos de esas niñas, Valeria y Soledad hijas de Hilda, son quienes junto a HIJOS impulsan la querella). Posteriormente, (ya secuestrados y privados ilegítimamente de su libertad) sacan a Hilda y la introducen en uno de los vehículos que participaba del operativo. A Víctor Olmos lo obligan a conducir su propio auto en compañía de su familia. Irma Juncos queda junto a los cinco niños en el asiento trasero del coche.

El uniformado le ordenó dirigirse a la casa de sus suegros, en donde fueron dejados los cinco niños. Detrás de ellos estaban los otros vehículos del operativo, en uno de los cuales era trasladada Hilda.

Luego de dejar a los niños, meten encapuchados a Víctor Olmos e Irma Ofelia Juncos en la parte trasera de su auto donde son obligados a tirarse al piso. Desde allí son llevados al centro clandestino de detención (CCDyE) “La Perla” donde permanecieron hasta el 15/12/77, cuando son asesinados en lo que los genocidas llamaban “Operativo Ventilador” método que consistía en sacar los prisioneros vivos, fusilarlos y posteriormente arrojarlos simulando un enfrentamiento en la vía pública.

Hilda ingresó a la Morgue del Poder Judicial de la ciudad de Córdoba el 15/12/77, su acta de defunción dice que muere como consecuencia de “shock hemorrágico traumático causado por heridas de bala”. Sus restos fueron inhumados clandestinamente el 3/08/78 en la fosa individual B 326 sector nuevo del Cementerio San Vicente. Su cuerpo fue exhumado e identificado por el EAAF en el marco de la causa “Enterramientos Clandestinos” El enterramiento clandestino de cuerpos fue uno de los mecanismos utilizados por los militares para ocultar la evidencia más contundente de sus aberrantes delitos,y pudo ser entregado a la familia el 11/11/04, 27 años después de su secuestro.

El secuestro, desaparición, torturas y asesinato de estos cuatro compañeros formó parte de un mismo operativo llevado adelante por el grupo de operaciones especiales del Destacamento de Inteligencia 141 “Gral. Iribarren” que actuaba en “La Perla”. Palacios, Brandalisis, Lajas y Cardozo, que militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, fueron secuestrados con pocas horas de diferencia, permanecieron en el mismo Centro Clandestino, los fusilaron juntos, tienen la misma fecha de ingreso a la morgue judicial procedentes del Hospital Militar y luego fueron enterrados clandestinamente en el Cementerio de San Vicente de la ciudad de Córdoba.

Hasta el momento sólo pudimos recuperar el cuerpo de Hilda Flora Palacios gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.

Todos los hechos narrados se encuentran debidamente acreditados con pruebas testimoniales, informativas y documentales.

Presentamos la nómina de represores acusados en esta causa.

Menéndez Luciano Benjamín-Manzanelli Luis Alberto-Díaz Carlos Alberto-Padován Oreste Valentín-Lardone Ricardo Alberto Ramón-Rodríguez Hermes Oscar-Acosta Jorge Exequiel-Vega Carlos Alberto-Centeno Arturo Gumersindo(fallecido)-Lujan Ricardo Andrés(fallecido)

jueves, 6 de marzo de 2008

Procesan a Barreiro PEDIMOS CARCEL COMUN para que no tenga la posibilidad de suicidarse o ser suicidado

Procesan a Barreiro

El 5 de marzo la jueza Federal Cristina Garzón de Lascano dictó el procesamiento, prisión preventiva y embargó por $200.000, al represor Ernesto Guillermo Barreiro en el marco de la causa Hunziker.
“El Nabo” Barreiro, que se había fugado Estados Unidos de donde fue deportado a fines del año pasado, está imputado como unos de los responsables la tortura y el posterior asesinato y desaparición de Diego Raúl Hunziker.
Desde H.I.J.O.S. expresamos nuestro profundo deseo de que los tiempos judiciales se aceleren para que Barreiro no deba pasar 25 años más sin condena, para que vaya a los estrados y diga todo lo que hizo en “La Perla”, para que no tenga la posibilidad de suicidarse -o ser “suicidado”- logrando una impunidad eterna.

Prontuario del Represor
Barreiro, también llamado “Rubio” o “Nabo” fue uno de los jefes de la patota de asesinos del centro clandestino "La Perla" participando en numerosos asesinatos, torturas y secuestros.
Representante del sector más reaccionario que asaltó los poderes del Estado en 1976. De ideología nazi, se identificaba con la derecha peronista. Antisemita, odiaba a los judíos y tenía un fuerte desprecio de “clase” hacia los trabajadores. En La Perla se transformó en uno de los especialistas en torturas más denunciado por los sobrevivientes y recordado por su sadismo, según numerosos testimonios de sus victimas.

Esta causa investiga el asesinato de Diego Raúl Hunziker, estudiante de 17 años que fue detenido el 3 de septiembre de 1976 y desaparecido en el Centro de exterminio “La Perla”. Estudiaba en el Colegio Monserrat y forma parte de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
El 3 de setiembre de 1976, Diego fue secuestrado en su domicilio. Al ingresar en la vivienda junto a su madre, fue interceptado por siete individuos armados, que dijeron obedecer órdenes del Tercer Cuerpo de Ejército. Entre el 3 y el 6 de setiembre de 1976 Diego Hunziker estuvo detenido en la casa de Hidráulica y posteriormente fue trasladado al centro de exterminio "La Perla".
Entre la noche del 21 al 22 de setiembre, Diego fue ejecutado extrajudicialmente luego de ser sacado de "La Perla" en uno de los llamados "operativo ventilador". Como era una costumbre en la época, los medios de prensa dieron a conocer el hecho como un enfrentamiento junto a otro joven.

Hasta el momento la Justicia Federal de Córdoba mantiene imputados y con prisión preventiva a: Luciano Benjamín Menéndez, Hermes Oscar Rodríguez, Luís Gustavo Diedrich, Carlos Alberto Vega, Carlos Alberto Díaz, Luís Alberto Manzanelli, Ricardo Alberto Ramón Lardone, Jorge Ezequiel Acosta, Emilio Morard, Luís Alberto Cayetano Quijano, José Hugo Herrera, Roberto Nicandro Mañai, Arnoldo José López y Héctor Raúl Romero. También se imputa al ex prófugo detenido en EEUU y deportado a nuestro país Ernesto Guillermo Barreiro, e imputaba a Juan Bautista Sasiain, fallecido. Están acusados por homicidio, tormentos y privación ilegítima de la libertad.

La estrategia de los militares apunta a dilatar lo máximo posible los procesos judiciales, para lo cual sus defensores presentan apelaciones y recursos de todo tipo a los fines de demorar el inicio de los juicios.
Puntualmente, en esta causa, al igual que en la causa Brandalisis, la defensa de los militares interpuso un recurso de casación, con lo cual la resolución se está tramitando en la Cámara Nacional de Casación Penal y esperamos que su resolución se efectivice en el curso de este año.

En esta causa representamos como querellantes a la familia Hunziker.

Reiteramos nuestro pedido a la justicia federal de Córdoba, de que todos los represores (militares, policías y civiles) detenidos por violación a los DDHH durante la dictadura sean enviados a cárceles y no a unidades de sus mismas fuerzas como hasta el momento.
Son numerosas las denuncias que recibimos, que hacen constar los beneficios (teléfonos celulares, visitas sin control, etc) a los que acceden estos genocidas, lo cual pone seriamente en peligro la integridad física de jueces, fiscales, abogados y testigos.

El represor Cavallo será extraditado


El represor Cavallo será extraditado a Argentina para ser juzgado por crímenes contra la humanidad

La decisión de la justicia española para extraditar al represor Ricardo Miguel Cavallo hacia Argentina fue recibida hoy con indignación y tristeza por las víctimas y organizaciones locales de derechos humanos argentinas.
Ana Testa, quien fuera torturada por Cavallo, explicó en declaraciones que ‘la actitud de España es lamentable, me da vergüenza ajena porque acá (en Argentina) va a quedar libre y terminará siendo juzgado por delitos menores, eso es lo grave’.
Cavallo está acusado de formar parte del grupo de personas que durante la dictadura militar cometieron delitos de lesa humanidad en el ámbito de la ESMA, donde se produjo la privación de libertad de numerosas personas y su sometimiento a condiciones inhumanas de vida, con torturas psíquicas y físicas.
De acuerdo a los testimonios de familiares de desaparecidos que han investigado la vida de Cavallo, el ex marino se apropiaba de los bienes de sus víctimas. Como fue el caso de los bienes de la familia de María Beatriz Cerutti y Omar Masera, valorados en 10 millones de dólares de entonces (unos 40 millones en la actualidad), con los que se cree, junto a su socio Jorge Carlos Radice, formaron la empresa Talsud, con la que ganó en México la licitación del Renave.

Entre algunas de las víctimas de Cavallo y de la ESMA se encuentra el periodista argentino Juan Gasparini, quien permaneció secuestrado entre 1977 y 1978. Gasparini es coautor del libro “El testigo secreto sobre el caso Cavallo”. Asimismo, Ana Testa, La Princesa, para los represores de la ESMA, era la persona que más había conocido al ex militar, quien pasó varias Navidades junto a ella y su familia en la casa materna. Otra de sus víctimas, fue Pilar Calveiro, que llegó hace más de 20 años a México tras sufrir torturas y vejaciones en varios centros militares.

En España, la fiscalía reclama para el ex militar acusado una pena mínima de 13.332 años de cárcel y otra máxima de 17.010 por crímenes de lesa humanidad ya que se le imputan siete asesinatos, 152 delitos de lesiones y 407 de terrorismo.

Cavallo de su lado ha manifestado que desea ser juzgado en Argentina, donde, según organismos de derechos humanos, la pena sería menor ya que sólo sería juzgado por cinco causas de delitos cometidos en la ESMA.